En los últimos años la provincia de Almería ha
protagonizado una transformación social que hace décadas nadie podía imaginar:
de ser tierra de huida ha pasado a ser tierra de acogida. Casi el 20 por ciento
de la población almeriense es inmigrante. Conviven con nosotros personas de más
de 150 nacionalidades, creando un entorno multicultural y multirracial que
jamás nadie nunca podía imaginar. Solo en Roquetas de Mar las nacionalidades
superan la centena y en El Ejido también la cifra anda por ahí. La mayoría de
estos inmigrantes del Poniente vienen atraídos por las posibilidades económicas
que genera la horticultura. La forma en la que llegan, generalmente no
regulada, propicia la creación de lugares marginales, potencialmente
generadores de conflictos sociales.
Sucesos similares a los ocurridos en el caso de la muerte
de Amisao Nadjabarar han pasado otras veces.
Recordemos, en los inicios de esta década, los acaecidos a raíz del asesinato
de Encarnación López, en El Ejido, o los disturbios de 2008 en el barrio roquetero
de Las 200 Viviendas a raíz de la muerte de un joven senegalés. A pesar de eso,
es inexacto afirmar que la zona del Poniente sea especialmente generadora de
conflictos raciales o xenófobos. Ni éste de ahora lo es ni aquéllos de antes lo
fueron.
![]() |
Disturbios en Roquetas de Mar |
El mantenimiento de una convivencia pacífica y en armonía
entre una población tan heterogénea requiere
de muchos esfuerzos, principalmente de las Administraciones Públicas. Para que
los actos de delincuencia común no se vistan de tintas raciales es preciso
contar con la colaboración de los propios inmigrantes. Las asociaciones de
inmigrantes, en estos casos, pueden desempeñar un papel fundamental, como se ha
visto en la desactivación del conato de Roquetas.
En la resolución de este caso no ha sido inútil la
experiencia adquirida en sucesos anteriores.
Aún recordamos la brutal agresión al subdelegado del Gobierno, Fernando
Hermoso, en los conocidos como “Sucesos de El Ejido”.
Desgraciadamente, éste de
ahora no va a ser el último acto delictivo que cometa un ciudadano de una raza
u otra, o de un grupo étnico u otro. Pero sí debe ser el último que se asocie
con cuestiones raciales o xenófobas que tan lejos andan de la realidad. Emilio Ruiz.