La mañana de domingo, el muy comedido y raramente enervado ‘Diario
de Almería’, propiedad del no menos prudente Grupo Joly, ha sorprendido a sus
lectores tanto de papel como digitales –aún se puede leer en la versión web del
periódico- con un duro comentario dedicado a su colega ‘La Voz de Almería’, bajo el
título “El Yugo, los gánsters y el desprecio”. Recordemos que ‘Yugo’ era el
nombre que tenía el periódico que dirige Pedro Manuel de la Cruz durante el
franquismo, en concreto hasta 1962. El texto de 'Diario de Almería' dice así:
“Cuando eres incapaz de superar al contrario en buena lid,
al Yugo le sale la vena gansteril y mafiosa. Una actitud cobarde que muestra
falta de ideas y que los retrata ante Almería. Ante situaciones así, sólo cabe
el desprecio”.
Quienes somos lectores de ambos medios hemos sentido, como primera impresión, una
profunda extrañeza por la dureza del texto. Porque no recordamos haber visto
publicado en el periódico de la
Avenida del Mediterráneo atisbo alguno de comentario o
artículo que invitara a una respuesta tan contundente.
Íten más. Nos constan
las excelentes relaciones personales que mantienen los directores de los dos
medios, compañeros de trabajo durante muchos años, así como de otros miembros
de sus redacciones. Por lo que deducimos que la autoría del comentario
trasciende las esferas de la redacción local.
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El texto en cuestión |
Por otra parte,
también sorprende que ‘Diario de Almería’ considere que ‘La Voz de Almería’ es
incapaz de superarle en buena lid. Los números de uno y otro no son
equiparables. Recordemos que el último EGM otorga al periódico de Antonio Lao
8.000 lectores diarios y al periódico de Pedro Manuel de la Cruz 75.000 lectores
diarios. En cuanto a difusión, la
OJD certifica a uno 5.628 ejemplares diarios y a otro
2.146. No es ésta la cuestión, tampoco.
¿Por qué ‘Diario de Almería’ se ha manifestado de esta
forma tan cruel e inusitada contra su colega? El periódico no lo dice y, lo que tememos, nunca lo va a
decir. Por una sencilla razón: porque no era a sus lectores a quien quería
mandarle el mensaje. Es un mensaje pensado y escrito para la lectura por su
competidor. Y nadie más.
Suele decirse que, con frecuencia, muchos periodistas no escriben sus textos pensando en
sus destinatarios naturales, los lectores, sino que escriben mensajes
encriptados dirigidos a otros colegas. Esto, en los tiempos del franquismo se
hacía mucho. Yo mismo viví con bastante intensidad, en aquellos años, una
cruenta batalla de este tipo entre el periódico ‘Ideal’ y ‘La Voz de Almería’, cuando
este periódico era de Prensa y Radio del Movimiento. Miguel Ángel Blanco, que
era delegado de ‘Ideal’ en Almería en aquellos años, la debe recordar bien. Un
breve artículo titulado "Que nos olvide", escrito por el director del
periódico de La
Editorial Católica , Melchor Sáiz-Pardo Rubio, puso fin a
aquel cruce de acusaciones.
Estos mensajes encriptados -o subrepticios o entre líneas, elijase el término
apropiado- hoy carecen de sentido. Porque, si son de interés del lector, a éste
hay que ofrecerle toda la información. Es un derecho que tiene y un respeto que
merece. Y si no interesan al lector y solamente interesan a quienes se mueven
en el reducido núcleo de un staff empresarial, entonces ahórrense los
espectáculos y acúdase a vías más expeditas y generalmente más eficaces. Que
pueden ser desde una simple llamada de teléfono a una denuncia en un juzgado.