Al
PSOE, últimamente, le producen vértigo los cambios de rumbo internos. Ni
siquiera en situaciones límite, como la actual, siente inclinación por un golpe
de timón. Y eso que la historia les ofrece un amplio muestrario de situaciones
en las que los cambios de orientación casi siempre han sido para bien. Pensemos
en Suresnes-74, pero pensemos también, sin ir tan lejos, en el aire fresco que
generó en 2000 la llegada a la secretaría general de un joven José Luis
Rodríguez Zapatero.
En
el congreso federal de febrero de 2012, tras una estrepitosa derrota electoral,
se echó mano del espejo retrovisor para rediseñar el proyecto de futuro. Un error,
en mi opinión. Nadie discute las enormes cualidades que se juntan en la persona
de Alfredo Pérez Rubalcaba. ¿Pero alguien, aparte de los incondicionales, ve en
el político de Solares un proyecto ilusionante para la sociedad española y para
su electorado? La percepción que tiene uno es que no.
Fernando
Martínez, el recientemente elegido secretario general del PSOE municipal de
Almería, es, seguramente, la persona que más respeto y admiración produce entre
la militancia socialista. En la historia de Almería, su figura ocupa una página
gloriosa entre quienes se jugaron el pellejo por este régimen de libertades del
que disfrutamos. Fue un revolucionario cuando había que serlo. Ahora es un
intelectual reconocido y un profesor excelentemente valorado. Ha sido, además,
un gran alcalde de Almería: honesto, tolerante, eficiente. Pero él mismo
manifiesta que la ambición política no forma parte de sus prioridades.
¿Era necesario recuperar la figura de Fernando para diseñar el proyecto
del PSOE del futuro? Yo creo que no. También en este caso, como con Rubalcaba,
el PSOE ha sentido vértigo ante el cambio. No lo entiendo: no tenía tanto que
perder. Los históricos, dicen, salieron contentos de la asamblea. Justo lo
contrario que en Suresnes. A ver ahora cómo se cuece esto con un proyecto nuevo
que genere ilusión en la gente. No es fácil. Emilio Ruiz.