José Antonio
Griñán, el recientemente reelegido presidente de la
Junta de Andalucía, y el sábado también reelegido secretario
general del PSOE de Andalucía, tiene por delante una ardua tarea que abarca
tanto a su responsabilidad en el partido como a su responsabilidad en el
Gobierno. Seis cometidos le esperan: El primero, ver cómo se las apaña para recuperar
a los 650.000 andaluces que confiaron en Chaves en las anteriores elecciones autonómicas
y no han confiado en él en éstas; el segundo, ver cómo incardinar los distintos
intereses provinciales en las acciones de su gobierno, aspecto que abarca tanto
a medidas concretas como a representatividad en el Consejo de Gobierno (la
herida almeriense por su ausencia en gobierno andaluz posiblemente nunca se
cierre); el tercero, cómo integrar en el proyecto que lidera al tercio de
militantes que han manifestado de forma evidente que no comparten su forma de
dirigir el partido; la cuarta, cómo conjugar una política de prevalencia de
derechos sociales con una paupérrima situación económica, un paro insoportable y
unos indicadores alarmantes de decrecimiento económico; la quinta, cómo
conservar la lealtad de un socio que se siente más cómodo en las barricadas que
en el ejercicio de la acción gubernamental, sobre todo en una época, como ésta,
en la que el margen para gestos a la galería ha quedado reducido a la mínima
expresión, y la sexta, ver cómo va a lidiar ese miura de los “eres”, que le
viene tanto por la derecha (Alaya) como por la izquierda (comisión de
investigación).
Para enfrentarse a éstos y a otros muchos retos
que no es preciso enumerar lo idóneo hubiera sido que de El Toyo saliera un
partido fuerte, cohesionado, con amplio respaldo y sin disensiones
territoriales. No ha sido así, y por voluntad propia. Ha dicho el reelegido
secretario general que “si no me quieren a mí, ¿por qué van a estar en mi
ejecutiva?”.
Griñán tiene una larga experiencia como gestor
público. Ha sido ministro y consejero, además de presidente de la Junta de
Andalucía. Como gestor orgánico, de responsabilidad en el partido, nada de
nada. Es un caso peculiar: ha llegado a secretario general regional del PSOE sin
haber pasado siquiera por una vocalía de una agrupación municipal. Y no es lo
mismo una función que la otra. En una hay que ser un buen ejecutivo; en la
otra, además de buen ejecutivo, hay que demostrar ciertas dotes de equilibrista.
Volviendo a su afirmación anterior, tal vez lo
primero que habría que haberle recordado a Griñán es que ésta que ha salido
elegida, más que su ejecutiva, es la ejecutiva de los socialistas andaluces.
Parece lo mismo, pero no lo es. Emilio Ruiz.